1.050 DISCOS CARDINALES. Juanjo Mestre.
Makma. 2018. 292 páginas.
Cuando tengo entre manos el libro de Juanjo Mestre viajo en el tiempo. Depende de por cuál de sus páginas lo he abierto el viaje me puede llevar unos años atrás, o unas décadas, porque en él se revisan centenares de discos desde 1955 hasta nuestros días. Algunos de esos discos se publicaron antes de que yo naciera, de otros todavía recuerdo su llegada a las tiendas, de muchos otros esta es la primera noticia que tengo. A su autor le parecen destacables, lo cual no significa necesariamente que nos tengan que gustar, pero a él sí y eso es lo que importa: es este un libro con altas dosis de subjetividad, de elección personal, algo que en este mundo estandarizado creo que tiene un valor especial. Claro que aquí están esos discos que no pueden faltar (en la cosecha del 69, por ejemplo "Abbey Road" y "Let it bleed") pero junto a ellos hay otros que están porque Mestre quiere que estén o, en definitiva, que los conozcamos si es que no era el caso, o que los recordemos si es que los habíamos olvidado (por ejemplo, de la misma cosecha, los de Nick Drake, Richie Havens o Delaney and Bonnie). De cada uno de ellos traza los motivos con apenas cincuenta palabras, en las que la concisión no está reñida con una pasión a duras penas contenida. El libro, además, es una preciosidad, con pequeñas reproducciones a todo color de cada una de las portadas, un regalo para la vista, con el que de un modo distinto viajo también en el tiempo, a esos lujosos álbumes de cromos de mi infancia a los que se asemeja, ediciones que hacían que la palabra "ilustración" desplegara todo su sentido. En eso "1.050 Discos cardinales" se parece mucho a mis viejos álbumes de "Vida y Color", porque la música es también vida y es color, y porque "ilustrar" es en una de sus acepciones adornar con láminas un texto, y en otra significa lo mismo que instruir.