Historia del pop rock valenciano

HISTORIA DEL POP ROCK VALENCIANO en 75 nombres esenciales. Carlos Pérez de Ziriza. Sargantana, 2020. 273 págs.

Este es un libro con gracia. Ya desde la portada te dice que te está engañando, porque por muy amplios que uno quiera concebir el pop y el rock... ¿también entra ahí Ovidi? Lo cierto es que las palabras "POP" y "ROCK", si además se escriben en mayúsculas, tienen un poder que no podría haber emulado ningún otro título, qué sé yo, "música valenciana de nuestro tiempo", omnicomprensivo pero sin duda mucho más soso. Pero este libro juega contigo desde la portada, porque en un rápido vistazo ya sabes que en él cabe todo, de Nach a Bruno Lomas, de Nino Bravo a Ovidi Montllor, y suma y sigue. Es el mérito de una concepción visual que hermana los textos de Pérez de Ziriza, siempre precisos y con su característico sustrato enciclopédico, con unas imágenes de diseño gráfico tan simples y efectivas como un cartel, una por artista, hasta el total de setenta y cinco, que añaden a la lectura una ubicación visual de los personajes muy bienvenida para centrarlos en su contexto. Muy útil además para fijarlos por quienes no conozcan a algunos de ellos. Y aquí viene la pregunta, ¿es que alguien no los conoce? Una pregunta que nos lleva a un sinfín de consideraciones, como esta otra pregunta ¿existe una música valenciana, de la misma manera que aceptamos que existe, por ejemplo, el rock australiano? O esta otra, que se desdobla en tres: ¿hay vida más allá del cap i casal y su poder de atracción, el sur también existe, el norte es realmente el norte? Y la fatídica, que no se esconde en las páginas del libro: ¿por qué tan pocos artistas y bandas valencianos obtienen más allá de nuestras fronteras el reconocimiento que creemos que merecerían? Leyendo a Pérez de Ziriza uno puede aventurar respuestas, pero él, sabio y prudente, no las da, aunque a veces se le adivinan. "Historia del pop rock valenciano" te deja al terminarlo (lo que sucede en pocas horas) un sabor agridulce, al anotar cuánta fecha de caducidad hay anotada al pie de algunos protagonistas, cuánta música subterránea y poco conocida se reseña, que sensación de tiempo pasado. Ese regusto de historia de otra época es engañoso, porque precisamente hay en este momento muy buenos músicos emergiendo o intentando consolidarse, pero como explica el autor no todos caben en el limitado número de 75, una cifra que sin embargo da para mucho y bueno. ¿Interesa este libro fuera de nuestro reducido ámbito valenciano? Sin duda sí. Hay un trasfondo común a toda nuestra música, por variada que sea y es, un latigazo de sol y luz, un sentimiento barroco de la existencia, capaz de alumbrar a artistas que deben ser conocidos. Carlos Pérez de Ziriza da abundantes pistas, una carta de navegación simple y concisa para echarse a la mar.

Hilario Camacho. El trovador de Chamberí.

HILARIO CAMACHO. EL TROVADOR DE CHAMBERÍ. Álvaro Alonso.
Sílex. 2020. 385 páginas.


A Álvaro Alonso le van los perdedores. A Gene Clark le dedicó su último libro, hecho de millas de carretera y botas tejanas, y a Hilario Camacho, otro “beautiful loser”, le ha hecho protagonista de este libro, “El trovador de Chamberí”, en el que ha sustituido la autopista por las líneas de metro y las botas por las deportivas. Alonso ha entrevistado a absolutamente todo el que tenía algo que decir y por supuesto quería decirlo. Por eso quizá falta Sabina, una de las dos partes de ese desencuentro que se solucionó con una corona de flores en su sepelio. De los demás están todos y, diría más, está todo. Alonso no se deja ni una frase de esos testimonios arrancados en conversaciones telefónicas, o en cafeterías o bares (meticuloso, los cita en las notas a pie de página si hace falta) o, como con Gonzalo García Pelayo, en el sofá de su casa. A veces lo que nos cuenta alguien ya nos lo ha contado otro alguien, pero esa repetición la usa Alonso como garantía de veracidad, como quien mira al personaje desde varios puntos cardinales. Hay muchas horas de conversaciones transcritas en casi cuatrocientas páginas para que el lector descubra quién fue Hilario Camacho y por qué llegó a donde llegó y por qué no pasó de ahí, por qué a pesar de su calidad y de cuatro décadas de carrera no fue ampliamente conocido. “Qué me expliquen lo de Hilario, porque yo no lo entiendo”, clama Adolfo Celdrán muy al principio del libro. “Hilario vivió su vida sin red”, sentencia  Jorge Pardo casi al final. Entre una y otra frase Alonso desarrolla el ir y venir y desaparecer y volver a llamar a la puerta de ese artista que no se sujetó a los cánones ni a las tendencias, que estuvo con los cantautores sin ser enteramente como ellos (algo así como Aute, que también aparece en esta biografía), que exploró antes que muchos los sonidos que venían de fuera de nuestras fronteras, que fue rockero sin serlo y tocó palos impensables para después abandonarlos, que se reclamaba descubridor de la mezcla del pop con la música latina que después se atribuyó Auserón. Para entenderlo hay que echar un vistazo detenido a su personalidad, a su soledad de huérfano, a sus problemas psicológicos, a su carácter enamoradizo, a la querencia de su barrio, Chamberí, y de sus amigos fieles. Alonso ha tenido acceso a una fuente inigualable, los archivos personales del músico, documentos que casi nadie conocía y otros que casi nadie recordaba: carpetas enteras de recortes de periódico, fotografías, manuscritos, letras de canciones, la vida de Hilario Camacho esperando a Álvaro Alonso para que con su acreditada tenacidad de arqueólogo musical lo revisara con lupa y saliera a la calle, grabadora en mano, a preguntar todo lo preguntable a quienes le conocieron. Este es el resultado.