Mick Wall, que es un veterano del oficio y un superventas, tenía muchas posibilidades a la hora de escribir sobre Hendrix. El acceso a testigos (los que quedaban vivos), el recurso a abundantes fuentes bibliográficas, su talento como escritor, su dedicación al periodismo musical y la mística del personaje daban mucho de sí. Podía Wall haber optado por un relato novelado, por una biografía salpicada de crítica musical, por una historia oral o por un libro de entrevistas, y de entre todas esas opciones no se decidió por ninguna. "Two Riders Were Approaching. Vida y muerte de Jimi Hendrix" es el curioso resultado de esa elección que contiene todas las elecciones. Da la impresión de que su editorial española ha querido contribuir a esa mezcolanza manteniendo medio título en su lengua original y traduciendo la otra mitad. La portada, tan psicodélica y sesentera ella, anima a entrar en el libro, y la ágil pluma de Wall empuja a devorar sus páginas, un errático relato que fluye desordenado en el tiempo, y que de esa sorprendente manera consigue acercarse al personaje, a su errabundo deambular por el cosmos encerrado en su cabeza y en su música. Hay continuos flash backs, saltos en la narración, cortes abruptos para insertar entrevistas íntegras con diferentes dosis de acierto, dispersión antes de volver al núcleo. El texto de Wall es un intento de apresar caleidoscópicamente veintisiete años de un alma atormentada, de arrojarlos contra el telón de fondo de una época agitada que cambió la expresión del rostro de los Estados Unidos y de Inglaterra. El lenguaje con el que está escrito es el del periodista que afina su lápiz pero también es el de las calles de Londres y el de los negros norteamericanos, esos que no consideraban a Hendrix uno de los suyos porque tenía sangre india y se juntaba con músicos blancos. Wall es espectador y es protagonista, llama al escenario a todos quienes desfilaron por él en aquellos años: los músicos, las chicas, los managers, los mafiosos. Con todo ello construye un brumoso pastiche en el que, con trazos de intriga policíaca, siembra la idea de un pérfido plan en el que Hendrix es un muñeco en manos de otros y su muerte no es accidental. Así empieza y así termina el libro, y entre medio brota con todos sus colores la vida de un músico que luchó contra su propio mito, que veía en su música los dos lados del arco iris.
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