Efe Eme. 2019. 222 páginas.
Es este un libro autobiográfico. Que repasa 30 años de música pop. Que reflexiona sobre los cambios sociales. Una crónica generacional (la de quienes nacieron en la década de los 70). Es, en definitiva, un libro en el que el lector elige cómo implicarse. No importa la edad si estás dispuesto a entrar en las vivencias del autor, a que te cuente, por ejemplo, qué canción abrió su baile nupcial. ¿Quién es Carlos Pérez de Ziriza para que nos interese su andadura vital, siquiera a pequeños trazos, que es como nos la narra? Un periodista musical, observador de su tiempo, enamorado de la vida. Alguien que escribe muy bien. Este libro estaba reclamándole a gritos su escritura, creo yo. Sus dos anteriores obras (sendas biblias del indie y del power pop) eran terreno enciclopédico en el que su prosa brillante y fluida apenas se podía liberar de las cadenas. Con esta Pérez de Ziriza combina erudición y libertad bajo la estructura formal de una obra de treinta piezas que, obsérvese, toman caminos diferentes. Algunas son auténticas reseñas de canciones o noticia de sus intérpretes, en las que la parte autobiográfica se reduce al mínimo (la presencia del autor cuando se explaya en su amor por Kings of Convenience es tan sutil como reveladora); en otras la canción escogida es un atinado pretexto para hablar de sí mismo ("la extraña sensación de emanciparse" es en realidad de lo que quiere hablarnos cuando apunta a "Del montón", de Sr. Chinarro); las hay que sirven a la reflexión a partir de una breve escena (las lágrimas viendo a Patti Smith nos llevan a la "mirada esencialmente femenina", a las mujeres y el rock); y otras, como el "Saturday night" de Whigfiled, nos pasean por sus años de adolescencia y juventud, de interminables noches y discotecas. Que nadie busque una guía incontestable de canciones, aquí hay de todo; caben artistas cuyos discos nunca compraré y canciones de las que me ha bastado una escucha para no volver más a ellas: pero incluso en esos casos Pérez de Ziriza lo hace tan bonito que vale la pena leerlo y saborearlo. Realmente las canciones de las que habla no le han salvado la vida, pero es indudable que esas y otras muchas le han enseñado a conocerse. Y esa enseñanza trasciende generaciones.