Lejos de todo

LEJOS DE TODO. Rafa Cervera.
Jekyll & Jill, 2017. 132 págs.
Bowie es la excusa para hablar de la adolescencia en El Saler, que es la excusa para hablar de Bowie. Ese es el círculo perfecto de la novela corta de Rafa Cervera, y subrayo "corta", porque amo lo breve, lo que te deja el sabor en los labios cuando te abandona. "Lejos de todo" es escritura hecha de aromas, huele a dunas y pinadas, a mercados, a la primavera en Valencia. Cervera es un mago que te transporta a universos paralelos que va recorriendo libremente, con flash-backs tan sutiles que ni siquiera parecen saltos temporales. El tiempo en su novela se torna fluído y en su final, que no revelaré, se pliega sobre si mismo. En esos mundos habitan dos tríos de personajes: el narrador y dos amigos para los que el verano crea un espacio de soledad compartida; y Bowie, Iggy Pop y Coco Schwab, que buscan en Valencia la isla en la que curar heridas, un territorio donde todos son extraños. Cervera aísla con delicadeza ambas historias, evita el riesgo fácil de hacerlas coincidir, hace que apenas se rocen, lo justo, lo imprescindible para conectarlas. Basta un cruce de miradas, un gesto, para que la arquitectura narrativa tenga sentido. Si para el narrador El Saler es un exilio amado ("me gusta sentirme lejos de todo"), para Bowie su etapa valenciana viene a significar lo mismo, un lugar en el que se siente a gusto, donde puede romper con el pasado y seguir adelante, donde puede mirar a las gárgolas de La Lonja como a sus demonios interiores. Cervera utiliza su amplio conocimiento biográfico de Bowie para retratarlo con verosimilitud, insufla alma al personaje, lo construye con carne y huesos. Y utiliza hábilmente los recursos narrativos: el distinto modo de mirar el cauce seco del Turia define las personalidades de Bowie y, muchas páginas después, de Iggy; o Valencia, que es una línea de luces en el horizonte, y también un escenario de sol y luz, de librerías de viejo y de gente en las plazas, es el lugar del que huir y el lugar en el que encontrarse; o ese hilo, las hijas del Cid, que invisible se enhebra en las historias. Cervera entra y sale del relato a discreción, y treinta páginas antes de acabar, en una pirueta espléndida, nos habla del cuaderno adolescente en el que escribió la historia que ahora leemos. Cierro el libro, saco "Low" de su funda, y mientras lo escucho pienso que, por qué no, esas canciones las escribió Bowie a la sombra del Micalet aquel verano en que, lejos de todo, nunca estuvo en Valencia. Rafa Cervera lo ha hecho posible.