Hotel California

HOTEL CALIFORNIA. CANTAUTORES Y VAQUEROS COCAINÓMANOS EN LAUREL CANYON (1967-1976). Barney Hoskyns. Contra. 2021. 414 págs.


Érase una vez un lugar bucólico, aunque quizá no tanto, donde una cantidad inusual de músicos con mucho talento y poco éxito, vivían felices, o infelices, dando forma a sus sueños. En este cuento que empieza en las colinas y desciende hasta las soleadas playas, el lobo una vez más se come a Caperucita. El lobo es la industria discográfica, sin necesidad de personificar en nadie, aunque David Geffen hace méritos suficientes para llevarse el dudoso galardón. Hoskyns incluso parece apiadarse de él en el epílogo. Es el eterno dilema, el maldito hijo de puta que hace que las cosas funcionen. ¿Habría existido sin su modo de llevar los negocios el estallido glorioso de música que se produjo en Los Ángeles en el decenio 1967-1976? Estamos hablando de tantos nombres que mencionarlos agotaría esta reseña, pero en una línea caben no solo los Eagles, sino Joni Mitchell, James Taylor, CSNY, Jackson Browne, Byrds, Linda Rondstadt y Ricky Lee Jones, y ahí me paro. Barney Hoskyns parece haber hablado con todos y, cuando no lo ha conseguido con alguien, lo suple con suficientes testimonios indirectos como para que no importe. Con todo eso consigue lo que parecería imposible, hilar una historia, en la que además se detiene en los detalles de tal modo que da la impresión de que él estaba realmente allí: en las piscinas en las que se bañaban preciosidades con o sin nombre, en el porche en el que los canutos pasaban de mano en mano, al pie de la escena en el Trobadour o en el Roxy, en los despachos donde se hacían los negocios. Un auténtico aluvión de datos se diluye en la atmósfera poblada de anécdotas que tienen rango de hechos, que no mueven el motor de la historia de la música pero explican la idiosincrasia de sus protagonistas. Son esos seres fantásticos y distantes de los que seguimos el camino de su madurez artística, pero también los que llevan al cinismo autocomplaciente, a la perseverancia en la inmadurez personal o a las simas de la autodestrucción. De todo eso solo podía salir música maravillosa, la que da sentido a estas páginas publicadas en 2005 y que ahora llegan a nosotros traducidas al español.