Petty

PETTY. Warren Zanes.
Neoperson. 2017. 411 págs.


Warren Zanes podía haber escrito una novela en lugar de una biografía y el resultado se parecería mucho, porque la vida de Tom Petty es novelesca, un relato de América en sí misma. La diferencia es que Thomas Earl Petty existió. Zanes es músico además de escritor y esa condición le lleva a comprender como si fueran suyas las motivaciones, las inseguridades, los miedos y la reacción ante el éxito de ese chaval rubio de Florida que supo desde muy joven que la felicidad solo la podría alcanzar en una banda. Había algo en las caras de los Beatles que se parecía a la libertad, le confiesa al autor del libro. La vida en Gainsville era una ratonera y la convivencia familiar un desastre. El padre, Earl Petty, un mestizo hijo de madre india, formaba parte de ese sueño americano roto, un estadounidense más moviéndose a toda velocidad hacia los gloriosos años cincuenta. La huida de ese mundo, de la vieja canción del Sur, de los aparcamientos de autocaravanas y las casas prefabricadas, pasaba por el rock necesariamente y el adolescente Tom tenía la habilidad para convencer a otros de que abandonaran sus estudios a cambio de una idea. A él también le importaban poco. Empieza ahí a arraigar un sentimiento de comunidad que difícilmente podía encontrar en su familia o en la ciudad, un todos para uno y uno para todos en el que se cimentó el futuro, primero en Mudcrutch, fugazmente, y ya para siempre en The Heartbreakers. Un difícil equilibrio porque Petty era el líder natural, el que atesoraba talento y derrochaba carisma, el príncipe rubio. Escribe Zanes: cualquiera de sus primeros fans locales que diga que vio la gloria venir, probablemente se olvida de que ellos nunca la vieron. De esa travesía habla el libro, la crónica de una vida en la carretera y en los estudios de grabación en la que los elementos dramáticos golpean con fuerza la búsqueda de la felicidad. La narración, exquisita y compasiva, huye del sensacionalismo, el drama habla por sí solo: las tensiones entre los Heartbreakers, siempre a punto de poner en riesgo un proyecto que ninguno de ellos, ni siquiera el díscolo Stan Lynch, quería romper porque de algún modo sentían que era más importante que ellos mismos; el fracaso de un matrimonio, el fantasma de otra vida familiar imperfecta, la angustia de la culpa por no haberlo visto a tiempo; las adicciones, la entrada en escena de la heroína, silenciosamente, y el empeño de Petty en hacer de su dependencia un problema personal que solo él podía conocer y resolver. Demasiadas cosas en torno a la música y sin embargo la música como medicina. Esta es la historia de un hombre que cargó con su pasado para escribir su futuro, y lo consiguió. 

Alaska y otras historias de la movida

ALASKA Y OTRAS HISTORIAS DE LA MOVIDA. Rafa Cervera.
Lunwerg. 2025 (edición revisada del original de 2002). 364 págs.


Este es un libro viejo, no tanto como para estar escrito mientras sucedían los hechos, pero lo suficiente como para no caer en la trampa de mitificarlos. Es curioso volver a esa edad intermedia, el año 2002, en la que Rafa Cervera ya no era el jovenzuelo que escribía su fanzine en el Madrid de los 80 y a la vez distaba de ser el escritor que los años siguientes revelaron. Cervera es en este libro un periodista sobrio, centrado en las historias cotidianas que conoció y revive y en aquellas que otros que las vivieron le contaron. Las historias hablan de Alaska: basta ver la tipografía de la cubierta para darse cuenta de que lo que importa aquí no es la denominada "movida (madrileña, por supuesto)" sino una de sus protagonistas, y no cualquiera sino la que ha conservado y magnificado con el paso del tiempo su estatus de estrella. Si Alaska no hubiera aparecido en la España gris de los setenta, los años siguientes habrían perdido color. Dicho así parece una exageración, pero prueben a borrarla de nuestra memoria y verán la diferencia. Olvido Gara es el hilo conductor de esta historia de pegamoides y dinaramas, el personaje y la persona que se funden en una sola, tremendamente humana, con sus dudas y su romanticismo, su imposible equilibrio en un entorno desquiciado y desquiciante, su voluntad de ser ella misma. La narración nos presenta numerosos actores secundarios, pero el papel principal no admitía competencia. Pobre Berlanga, que no lo entendió. Él no era nadie, ni lo era Nacho Canut, ni Ana Curra, que eran protagonistas de sus propias historias, pero no de la historia que fascinó a Umbral, aunque no comprendiera nada. No es de música de lo que hablamos. Si fuera así, el Zurdo o Eduardo Benavente, meros satélites del planeta Alaska, tendrían mucho más protagonismo del que tiene esta mujer. Este es el relato de cómo el underground madrileño proyectó al espacio sideral a un trío de adolescentes de colegios bien que no estaban hechos para la música y que acabaron rivalizando - oh cielos - con Mecano, una versión modosita de ellos mismos. La crónica de los años que cimentaron su leyenda es la de unos críos que se comportaban como tales, presos de emociones incontroladas, de cotilleos y celos, de berrinches y desahogos. Se creían divinos y quizá lo eran. Cervera exprime esos años a pie de calle, y nos regala retratos de una fauna extinta hoy - veánse las Costus o Paloma Chamorro - o metamorfoseada e irreconocible - ahí Almodóvar y McNamara -. En su acta de los hechos hay tanta observación como cariño.