PASIÓN NO ES PALABRA CUALQUIERA. EPIFANÍAS DE ROCK & SOUL. Joserra Rodrigo.
La Fábrica de libros. 2017. 292 págs.
La Fábrica de libros. 2017. 292 págs.
Es
éste un libro extraño. No es una autobiografía pero en cada página el autor
habla de sí mismo. Incluso podría decirse que habla de él en cada párrafo, en
cada frase. ¿Y a quién le importa la vida de Joserra Rodrigo, un chavalote de
Bilbao, de cincuenta y tantos, abogado a ratos, musiquero a tiempo completo? A
sus amigos, seguro, y en Facebook tiene 3.055, aunque ya sabemos que a veces los números de la red social solo esconden
soledad. Ojalá esos tres mil compren el libro, no porque sean quizá sus amigos,
sino porque es una maravilla hecha palabra. Y dibujo, porque las ilustraciones
de Cayetana Álvarez son para hacerse un poster con cada una de ellas (y son
muchas) y colgarlas en la pared de ese sitio sagrado donde oyes música en tu
casa. Pero volvamos a la palabra, porque en el principio fue el verbo, y el
origen de “Pasión no es palabra cualquiera” está en textos que Joserra Rodrigo
fue diseminando por sus blogs desde hace años, ahora convenientemente revisados.
En ellos hay crónicas de conciertos escuchados, llorados y bailados,
anunciaciones de discos nuevos y regresos emocionados a discos de otro tiempo,
hagiografías de media página en las que el milagro se revela en la escucha de un
acorde, necrológicas fulminantes como epitafios, listas de nombres esculpidas en
tablas mosaicas, aleluyas y hosannas o, como dice el subtítulo, epifanías de
rock & soul. Todo desordenado, caótico, como la vida y el amor, e
inmensamente bello. Como la vida, como el amor. Por estas páginas se suceden las
canciones que han marcado momentos en su corazón, con las que ha amado, ha
sufrido, ha gozado, ha peleado y, en suma, ha vivido; y también los músicos con
los que ha establecido una relación emocional intensa, en algunos casos personal
incluso (véase Danny Wilson o The Fakeband), siempre afectiva, y a los que
muestra una lealtad primaria (ahí está esa frase respecto de Dylan: “debes agradecer siempre a quien te ha educado”). A veces desbocado en la
admiración superlativa, a veces contenido y, por emplear un término muy suyo,
mimosín, nos cuenta todo lo que le emocionó y nos recomienda esos discos, esas
canciones, esos músicos, porque está seguro de que a nosotros nos puede pasar lo
mismo, si es que no nos ha pasado ya. Con un lenguaje que está a años luz de la
tendencia habitual de los blogs de música, con hallazgos insólitos como la descripción de ese disco de Arthur Alexander que es “como un beso en la nuca”, coloquial sin perder altura, literario
sin escatimar naturalidad, nos regala algo más que su experiencia vital y su
acercamiento personal a esas referencias musicales: la certeza de que la vida
sin pasión es menos luminosa, infinitamente más pobre. Joserra Rodrigo no
escribe en este libro sobre música: escribe sobre la vida. Y la vida está llena de pasión y de música.
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