Hilario Camacho. El trovador de Chamberí.

HILARIO CAMACHO. EL TROVADOR DE CHAMBERÍ. Álvaro Alonso.
Sílex. 2020. 385 páginas.


A Álvaro Alonso le van los perdedores. A Gene Clark le dedicó su último libro, hecho de millas de carretera y botas tejanas, y a Hilario Camacho, otro “beautiful loser”, le ha hecho protagonista de este libro, “El trovador de Chamberí”, en el que ha sustituido la autopista por las líneas de metro y las botas por las deportivas. Alonso ha entrevistado a absolutamente todo el que tenía algo que decir y por supuesto quería decirlo. Por eso quizá falta Sabina, una de las dos partes de ese desencuentro que se solucionó con una corona de flores en su sepelio. De los demás están todos y, diría más, está todo. Alonso no se deja ni una frase de esos testimonios arrancados en conversaciones telefónicas, o en cafeterías o bares (meticuloso, los cita en las notas a pie de página si hace falta) o, como con Gonzalo García Pelayo, en el sofá de su casa. A veces lo que nos cuenta alguien ya nos lo ha contado otro alguien, pero esa repetición la usa Alonso como garantía de veracidad, como quien mira al personaje desde varios puntos cardinales. Hay muchas horas de conversaciones transcritas en casi cuatrocientas páginas para que el lector descubra quién fue Hilario Camacho y por qué llegó a donde llegó y por qué no pasó de ahí, por qué a pesar de su calidad y de cuatro décadas de carrera no fue ampliamente conocido. “Qué me expliquen lo de Hilario, porque yo no lo entiendo”, clama Adolfo Celdrán muy al principio del libro. “Hilario vivió su vida sin red”, sentencia  Jorge Pardo casi al final. Entre una y otra frase Alonso desarrolla el ir y venir y desaparecer y volver a llamar a la puerta de ese artista que no se sujetó a los cánones ni a las tendencias, que estuvo con los cantautores sin ser enteramente como ellos (algo así como Aute, que también aparece en esta biografía), que exploró antes que muchos los sonidos que venían de fuera de nuestras fronteras, que fue rockero sin serlo y tocó palos impensables para después abandonarlos, que se reclamaba descubridor de la mezcla del pop con la música latina que después se atribuyó Auserón. Para entenderlo hay que echar un vistazo detenido a su personalidad, a su soledad de huérfano, a sus problemas psicológicos, a su carácter enamoradizo, a la querencia de su barrio, Chamberí, y de sus amigos fieles. Alonso ha tenido acceso a una fuente inigualable, los archivos personales del músico, documentos que casi nadie conocía y otros que casi nadie recordaba: carpetas enteras de recortes de periódico, fotografías, manuscritos, letras de canciones, la vida de Hilario Camacho esperando a Álvaro Alonso para que con su acreditada tenacidad de arqueólogo musical lo revisara con lupa y saliera a la calle, grabadora en mano, a preguntar todo lo preguntable a quienes le conocieron. Este es el resultado.


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